miércoles, 9 de abril de 2008

¿Llorar como mujer?



Es ciértamente delicado el uso de la lágrima en las intervenciones públicas. Ésta debe ser ponderada previamente para valorar su pertinencia. En primer lugar debemos tener en cuenta si esta es adecuada, es decir, si corresponde con el momento que acontece o con un punto de inflexión correspondiente en la exposición. Uno de los problemas fundamentales con los que se encuentra el orador es que para que apareciera la lágrima, más allá de que el momento sea dramático, ha debido haber un increscendo que justifique la lágrima. En caso contrario se valorará como inapropiada, impropia. Por lo tanto, previamente a la salida de la lágrima se debe ver que nos resitimos a ella (en una muestra de orgullo o de intento por mantener la compostura).

Por otro lado debemos calcular la extensión de la misma. A nadie le va a gustar que nos pongamos a llorar desconsoladamente (por mucho que creemos cierta empatía) (el mejor favor que nos podrán hacer en ese momento será aplaudirnos para romper la tensión que podamos continuar). La forma más útil de lágrima es la sugerida, aquella que humedece los ojos pero no la mejilla. Ésta transmite todos los atributos positivos de la lágrima (sensibilidad, empatía, humanidad) sin dejar que surjan los negativos (debilidad).

Otra distinción fundamental es el sexo. Si la que habla es mujer ya tiene implícitos los atributos que se le infieren a la lágrima. Así que ésta no le aportará valores nuevos sino que reforzará los negativos (no sé quien dijo que las mujeres son débiles pero se equivocó). En el caso del hombre, y simpre con la lágrima sugerida, obtendrá la humanidad de la que se carece en un atril y ma´s cuando se desempeñan cargos de alta responsabilidad.

En los últimos tiempos hemos presenciado dos lágrimas de museo.

La de Hillary es una excepción a la regla. Dado que ella estaba atribuyendose elementos masculinos en exceso (a juicio de los electores) optó por la lágrima para recuperar los factores positivos que tiene ser mujer (y que nunca debía haber perdido).

La de Bush (de ayer, en la foto) es la de un presidente que necesita crear empatía con una nación que llora a sus muertos. En estos últimos momentos necesita más que nunca explicar que el de verdad cree (y creía ) en lo que hace. Y que por tanto siente las consecuencias (en forma de muertes de marines).

La historia les juzgará.

1 comentario:

aix dijo...

como siempre, sublime! ;) gracias Yak!