martes, 8 de abril de 2008

Donde la ética y la estética cruzan sus caminos.


Aquí hablaremos con frecuencia de los techos culturales. Éstos, fruto de la convención social informal, definen lo que es aceptable y lo diferencian de la barbarie. En España aún se recuerda aquel sketch de Martes y Trece en el que Millán (disfrazado de mujer y con moraduras en la cara) decía: "Mi marido me peggga". Como si eso tuviera gracia. Lo terrorífico es que la tenía.

Esto, que debe hacernos respetar (cuanto menos respetar) las demás culturas y religiones que pululan por el mundo, ha sido reflejado en una exposición de fotografías en Lausan (Lausanne, donde está el COI, Suiza).

Con el nombre "Una historia ética y jurídica de la fotografía" se presentan 80 fotos que han marcado las retinas de varias generaciones.

Allí encontramos las famosas fotos del genial Oscar Wilde, que supusieron la primera vez que se reconocía el derecho del fotógrafo sobre la reproducción de su creación. Esto sucedió en 1882. Podemos ver la foto de Omayra, la niña colombiana que vimos morir en directo, desde nuestro cómodo sofá de casa, mientras ella estaba atrapada en una charca (yo he visto, y no deja de ser cruel). Una de las estrellas de la muestra es la célebre foto de Toscani para Benetton en la que se besaban un sacerdote y una monja (que a propósito, fue la última dado que la polémica creció por encima de lo asumible).

Pero, después de todo, hay unas fotos que producen una extraña sensación entre el terror y el asco más estomacal. Las fotos las firman Sturges y Garry Gross. El primero acostumbraba a hacer fotos de niñas (si, si, de las que no han cumplido ni los quince años) desnudas. Pues bien, fue denunciado por pederastia pero el juez le consideró no culpable por el "indudable" valor artístico de la escena. La foto de Gross aún provoca más vergüenza dado que muestra a una infantil Brooke Shields !Maquillada! y desnuda en una bañera (Shields no pudo conseguir en los tribunales que se prohibiera la distribución del las mismas. Nos habrían hecho un favor).

No siempre lo bello es bueno. Y desde el presente (con todo lo contextual que implica) no siempre se tiene la suficiente perspectiva para diferenciar lo bello de lo bueno.

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